He pensado que mejor que recurrir al tan conocido caso, para ilustrar esa moral francesa que siempre aconseja y recrimina, que aparece en casi todos los conflictos del mundo, de tapadillo y para mal —como ejemplo, no olvidemos que Vietnam fue colonia francesa, o que Libano y Siria fueron la parte del pastel que se repartió con el Reino Unido—; mejor recurriremos a un pequeño incidente en África, para ser más exactos en Costa de Marfil hace un par de años, cuando las tropas francesas formaban parte del contendiente de cascos azules en la zona por el conflicto entre la guerrilla rebelde y el ejercito regular.
Se contuvo dos segundos, los que tardó en enviar a sus tropas a volar toda la fuerza aérea de costa de Marfil, porque no les bastó con destruir los dos bombarderos Sujoi SU-25 que atacaron a los cascos azules si no que inutilizaron cinco helicópteros de combate MI24 y un helicóptero de transporte MI-8. De los soldados marfileños muertos tras el ataque ni se sabe.
Lo más sugerente es el hecho de que Francia urgió a una reunión al Consejo de Seguridad de la ONU y los quince miembros declararon que Francia y las tropas de la organización internacional en Costa de Marfil (UNOCI) tienen derecho a implementar todas las medidas necesarias para evitar nuevos enfrentamientos armados entre los rebeldes y las tropas leales al gobierno marfileño. Kofi Annan, reclamó que se autorizara una intervención militar dura para evitar una nueva guerra en ese país. (El mismo que recomendó al anterior secretario general de la ONU que los cascos azules se retirarán de Ruanda.)
Estos son los mismos que no piensan desarmar a Heezboulah.
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