¿De qué va esto?

Esto es un blog pro-Israeli.

Lo creamos hace ya casi cinco años, en los albores de la operación Litani, tras el secuestro de Ehud y Eldad. Cuando Gilad llevaba más de un mes en manos de Hamas.

Han pasado casi cinco años. Gilad sigue en manos de Hamas, Ehud y Eldad volvieron a Israel. Muertos. Muchas cosas han pasado, pero poco ha cambiado. Una tregua, Sderot bajo el fuego de los qassam, atentados, una operación contra Hamas, la reconciliación entre Fatah y Hamas, informes sesgados, la ONU, secuestros en Gaza, flotillas pseudo-pacifistas…

Lo que nos hizo abrir este blog en ese momento, fue notar que no recibíamos información sobre lo que pasaba en Israel. Empezamos a traducir noticias, a escribir crónicas basándonos en la información que recogíamos de fuentes de todo el mundo.

Después la calma, después otras luchas en otros lugares. Nos volvimos más críticos, más pesimistas.

Pero seguimos aquí, y pensamos, que pese a quien pese, Israel seguirá existiendo. Y seguiremos peleando, para que eso sea así.

jueves, 27 de noviembre de 2008

El Auschwitz de José Saramago

El artículo no es excesivamente reciente, pero creo que vale la pena revisitarlo, fue publicado por la Vanguardia en 2002. Porque pase lo que pase, las acusaciones no cambian, y siempre una vez tras otras las acusaciones no dejan de ser las mismas.

ABRAHAM B. YEHOSHUA

El escritor José Saramago llegó con una delegación importante de escritores, entre ellos, el genial escritor italiano Vicenzo Consolo, en un acto de solidaridad con el pueblo palestino. Y quiero dejar claro que era en solidaridad con el pueblo palestino y no con la misión de buscar la paz en la región, ya que, si alguien desea contribuir en algo a calmar los ánimos y reducir el odio entre israelíes y palestinos, debe reunirse no sólo con la cúpula del Gobierno palestino sino también con la cúpula del Gobierno israelí. Además, si alguien se encuentra con los intelectuales palestinos, debe hacer lo mismo con los intelectuales israelíes. Y eso es algo que no ha hecho la citada delegación de escritores. De antemano, los israelíes fueron rechazados y la delegación habló sólo con los palestinos, dado que Arafat es conocido como un destacado hombre de paz, por lo que estos escritores vinieron a apoyar sus pacíficas intenciones.

Esta delegación está en todo su derecho de venir a apoyar y a animar al pueblo palestino, que ahora está en una situación tremendamente difícil, sufriendo cada día una vorágine de locura que lo lleva a consagrar el terror suicida e indiscriminado que actúa salvajemente en las calles de Israel.

Hace unos días intelectuales palestinos, entre ellos hombres totalmente independientes de la Autoridad Nacional Palestina como Edward Said y Mahmud Darwish, publicaron una carta abierta dirigida a los intelectuales israelíes, en la que se quejaban del sufrimiento que se le está causando últimamente a su pueblo, pero también volvieron a afirmar su compromiso con el acuerdo de Oslo y la creación de un Estado palestino vecino del Estado de Israel. Enseguida nos reunimos un grupo grande e importante de intelectuales, tanto escritores como artistas, y contestamos con una carta más moderada que la de los palestinos. En ella hablábamos de paz y esperanza y pedíamos una vuelta a las negociaciones; también volvíamos a expresar el derecho de los palestinos a establecer su propio Estado con las fronteras de antes de 1967, según se decía en el manifiesto de los intelectuales palestinos. Cuando muchos en Israel nos criticaron por el tono moderado, según ellos, de nuestro manifiesto, al no recordar la ola de violencia palestina en plenas negociaciones de paz durante el gobierno de Barak, y no mencionar el terrorismo palestino que siguió a raíz de las propuestas de paz de Barak y el firme rechazo a respetar un alto el fuego, tuve que repetir en radio y en televisión que no es ahora el momento de pedir cuentas sino de ofrecer esperanza (a nosotros mismos y a los palestinos) ante la ola de terrible desesperación que nos envuelve. Lo que actualmente necesitan ambos pueblos no es pedirse cuentas por el pasado ni lanzarse proclamas morales sino llamar a la esperanza, a la ingenua esperanza de que llegará el día en que estos dos pueblos aferrados el uno al otro como si fueran dos siameses que se desangran podrán vivir en paz como vecinos.

Pero Saramago, a través de su discurso provocador (que reafirmó una y mil veces y que de ninguna de las maneras estaba dispuesto a rectificar) donde comparaba Ramallah con Auschwitz y a los israelíes con los nazis, ¿acaso ha ofrecido con ello una chispa de esperanza al pueblo palestino o más bien ha provocado una mayor desesperación y locura? Pues si los israelíes cuya sangre se derrama son fieros soldados nazis y los asentamientos son la infraestructura con la que se construyen las cámaras de gas, la única esperanza que les queda a los palestinos es lanzarse a una guerra de exterminio total donde no sólo serán exterminados los israelíes sino sobre todo y en primer lugar ellos mismos. ¿Qué esperanza ofrece Saramago a sus anfitriones si no la de continuar cometiendo atentados suicidas y provocar más cercos, puestos de control, pobreza y muerte?Saramago no es un joven inexperto. Es un escritor europeo de gran prestigio, con amplia experiencia a la hora de manifestarse en público. Un hombre que durante su larga vida ha podido aprender qué fue realmente el holocausto y cuál fue el verdadero significado del nazismo. Y si bien los escritores e intelectuales suelen exagerar con sus metáforas -es algo que yo sé por mí mismo-, el hecho es que un hombre como él se empecina en reafirmarse en un discurso radical y absurdo, y no lo hace en Serbia o en Bosnia, en Ruanda o en Chechenia, sino en Israel, delante de supervivientes de los campos de exterminio nazis que, de pronto, son acusados de ser ellos mismos unos nazis. Eso refleja un síntoma que no responde ya a la ceguera intencionada de quien dice tal discurso, sino a un fenómeno mucho más extendido. Y tal vez, paradójicamente, tengamos que agradecerle sus palabras, pues quizá servirán como señal de alarma frente al nuevo y duro tono que utilizan los medios de comunicación y otros en Europa cuando analizan la política de Israel en Oriente Medio.

En mi opinión, ese tono tan duro que en ocasiones se utiliza en Europa y en el que resuena cierto antisemitismo es debido a tres razones principales:

1. El reproche que los judíos hacen a los países de Europa a causa del holocausto de la Segunda Guerra Mundial tanto por sus actos, por su cooperación o por una neutralidad infame (culpa que los judíos y otros se han esforzado en mantener y destacar desde el fin de la guerra), hace que muchos europeos traten de aliviar esa culpa arrojando otro reproche del mismo tipo. Si los judíos son "a veces también nazis", resulta más fácil sobrellevar el sentimiento de culpa por el holocausto. Y para proclamar una afirmación tan demagógica como la de Saramago, no parece importante que nunca a lo largo de todo el conflicto en Oriente Medio se haya producido ni siquiera un hecho comparable con la política nazi, y ello es aplicable tanto a los judíos como a los palestinos.

2. La necesidad de radicalizar su postura crítica y juzgar a los judíos con unos férreos criterios se debe a que muchas veces los europeos proyectan en Israel su propio sentimiento de culpa por su política colonial en el pasado. Es decir, para ellos Israel es una variación peculiar del colonialismo. Los judíos son una especie de europeos que aterrizaron en el Tercer Mundo y que siguen cometiendo las mismas barbaridades que hicieron en su momento los europeos. Pero, por supuesto, eso es insostenible e inexacto. La guerra entre israelíes y palestinos se parece más a las guerras que durante siglos han mantenido muchos pueblos en Europa y en Asia por tener un territorio propio. Es una guerra entre vecinos, más parecida a la que hubo en Chipre, en Irlanda del Norte o a las de Irán e Iraq contra la independencia de los kurdos. Los israelíes no son europeos aunque lo parezcan. La mayoría nació en países de Oriente Medio y gran parte de sus antepasados llegaron del Tercer Mundo, de Asia y de África. El asunto es mucho más complejo como para juzgar así, sin más, según los criterios colonialistas tradicionales.

3. La tercera razón de la crítica radical hacia Israel quizá derive de la segunda. Muchos europeos tienen la sensación de que, en realidad, los judíos no merecen tener su propio Estado. Ellos no son propiamente un pueblo y el hecho de que muchos judíos vivan fuera de Israel demuestra que tal vez no era para nada necesario que se estableciera un Estado judío. Además, existe la sensación de que sólo a causa del holocausto se actuó con clemencia hacia ellos y se legitimó su vuelta a Palestina para implantar su propio Estado. Por tanto, si Israel no es un Estado que haya surgido de forma "natural" sino por "clemencia", es normal que su comportamiento deba ser juzgado con unos criterios mucho más severos que los que se aplican a otros estados, especialmente a los del Tercer Mundo.

De ningún modo, los israelíes deben servirse de la visión deformada de los europeos y de su subjetiva crítica radical, como la de Saramago, para no reconocer las críticas justas que se le hacen. Pero si los europeos desean ser eficaces y objetivos en sus críticas, para poder ser un elemento activo y útil en la imposición de una paz justa en Oriente Medio, han de cuidarse mucho de emplear un tono tan perverso como el de Saramago, ya que eso no sólo irrita -y con todo derecho- a los israelíes, sino que, además, sirve como una justificación más para el kamikaze que entra en un hotel para matar, mientras celebran una fiesta, a ancianos, mujeres y niños, y entre ellos a algunos supervivientes del holocausto. Y entonces los terroristas de Hamas y de la Yihad exclaman: "¿Qué pasa? ¿Por qué os alarmáis? Al final y al cabo, nuestro kamikaze ha matado a unos cuantos nazis. Acordaos de lo que dijo de los israelíes ese escritor que es premio Nobel".

ABRAHAM B. YEHOSHUA, escritor israelí, inspirador del movimiento Paz Ahora
Traducción: Sonia de Pedro