La idea generalizada de que la mayoría de los judíos en
Todavía cunde la impresión de que los judíos de
Todas esas alegaciones son falsas. Se trata de una fábula creada por los enemigos de los hebreos, para difamarlos y enardecer los ánimos de los "buenos cristianos" contra esos "usurpadores" . Un enfoque que conocemos en nuestros días como racismo en general y antisemitismo en particular. Ello no quiere decir, desde luego, que no hubo judíos usureros, como también los hubo cristianos; judíos desalmados que sabían decir patrañas y engañar a los incrédulos, pero ¿acaso todos los cristianos se portaban debidamente, y no había entre ellos perversos, timadores y criminales? El reputado historiador español Salvador de Madariaga, que en sus escritos no siempre es filosemita, lo explica muy bien: "Recaudadores, usureros, hombres ostentosos y criminales, los hay por todas partes... Pero cuando ocurre que esos indeseables son judíos, la nación se eleva contra ellos indignada por no poder soportar de un extraño lo que, viniendo de los de la casa, por fuerza ha de tragarse en silencio".
En primer lugar, no se dirá nada nuevo si se afirma que los judíos figuraban entre los "colonos" que repoblaron las tierras reconquistadas a los moros, a invitación de los reyes de León y Castilla. Se trataba de hebreos que ya vivían en tierras cristianas o se habían refugiado en ellas, huyendo de los terribles persecuciones de los amorávides (1090) y luego de los almohades (1146). Y cuando se dice "colonos", se hace referencia que en parte fueron campesinos que comenzaron a labrar las tierras asoladas, que durante siglos habían quedado yermas, porque aquél era territorio de lucha e incursiones entre cristianos y moros.
Así tenemos que surgen las pueblas leonesas, "preponderantemente habitadas por judíos", como lo afirma un historiador español, quien agrega: "Los documentos más primitivos dan cuenta de esa presencia judía y de su importancia en numerosas transacciones comerciales: viñas y campos comprados a o por judíos, tiendas regentadas por israelitas, tributos importantes pagados por las aljamas; siempre tributos muy especiales, siempre distintos a los pagados por el resto de la población". Y agrega: "Castilla
¿A qué se dedicaron los judíos para subsistir? Primeramente fueron campesinos, artesanos y pequeños comerciantes. Eventualmente, se les prohibió poseer tierra y bienes inmuebles. Tuvieron que convertirse en artífices, mercaderes y médicos. Las mujeres de condición humilde también trabajaban: eran lavanderas, comadronas, tejedoras e hilanderas. En 1407 en Murcia, por ejemplo, había trece sastres judíos, siete tejedores y tres tintoreros. En esa ciudad, el judío típico era un sastre, en Logroño, un curtidor. Pero en su mayoría era gente de escasos recursos. Y en muchos casos, explotados por la nobleza o el clero, como se citan varios ejemplos históricos en el caso de la aljama de Pamplona. Como ya se indicó en un artículo previo, “mucho se ha hablado sobre la usura de algunos prestamistas judíos. Pero, a la inversa, se conocen algunos casos increíbles de explotación de la mano de obra judía, como el sucedido en la localidad de Torres. Allí un artesano llamado Salomón Borges, de Pamplona, pasó trescientos veinte días reparando las tiendas del rey; cobraba cuatro sueldos diarios, cuando simples obreros y carpinteros percibían el doble por ese tiempo. Otro ejemplo: documentos de 1402 dan cuenta, en Pamplona, de cuatro judíos que cosían "de las diez horas hasta la noche", y cobraban 10 sueldos entre todos. Era una injusticia, pero estos artesanos no pedían otra cosa que se les permitiera vivir en paz, aunque estuvieran muy lejos de ganar una remuneración razonable”.
Había, además, de un pequeño grupo de intelectuales que eran filósofos, poetas, escritores, traductores, talmudistas, cabalistas, exegetas y rabinos. No faltaron tampoco astrónomos y cartógrafos, que prestaron muy importantes servicios para el desarrollo de esas ciencias. Pero, en especial, se dedicaron a la medicina, y es un hecho comprobado que la mayoría de los médicos españoles del medievo eran judíos.
En el año dos mil el "best seller" por excelencia en España fue el libro de Noah Gordon, "El último judío". Allí en forma dramatizada leemos el relato del hijo de un humilde orfebre hebreo, un niño que es testigo de terribles injusticias y malvados asesinatos cometidos contra judíos de Toledo, y de hasta un buen cristiano "nuevo", que cae en las garras de
Los Traductores
Capítulo aparte merece la labor de aquellos hebreos que vertían libros de uno a otro idioma. Se trataba de escribas con un dominio absoluto de dos o más lenguas, que laboriosamente escribían en un manuscrito lo escrito en otro en idioma diferente. ¿Qué importancia podía tener esa tarea, realizada en una época en que las personas ilustradas eran una insignificante minoría? Sencillamente, conservar la ciencia de otras civilizaciones previas, tratar de despertar a los reinos cristianos del letargo de la más profunda ignorancia en que estaban sumidos en el medievo, y transmitir los conocimientos y la sabiduría de épocas previas, mientras que florecía el saber en el mundo arábico.
El tema central de esa actividad –en ésa o cualquier otra época- es el progreso humano, a medida que se difunden las ciencias, las técnicas y las normas morales. Europa, aturdida por la invasión de los bárbaros, había quedado postrada en densas tinieblas, en las que el conocimiento humano ya no tenía lugar. Y eso en un momento que los estudiosos árabes, compilando y basándose en los conocimientos de otras civilizaciones, creaban un lucero de sabiduría. Mientras tanto surgieron importantes comunidades judías en Oriente y España, que si bien se dedicaron a traducir textos bíblicos y talmúdicos, pronto encararon la tarea de transcribir al hebreo los descubrimientos y la literatura árabe, amén de los escritos de aquellos judíos que se habían dedicado a la medicina, astronomía y filosofía. El hebreo ya no era usado en forma vernácula, pero todo judío ilustrado lo comprendía, y la gran masa lo podía leer y entender, de uno u otro modo. Los principales centros de esa actividad fueron Toledo y Barcelona, así como las ciudades provenzales de Narbona, Montpellier y Béziers, y Nápoles en Italia.
Existe una anécdota interesante relacionada con Salomón ibn Gabirol, el gran poeta y pensador judío del siglo XI. Entre otras, escribió una obra filosófica en árabe que fue traducida al latín en 1150, mientras que un traductor judío hizo un compendio en hebreo, denominado Mekor Jaim, (Fuente de
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