El discurso que David Grossman pronunció en Tel-Aviv el sábado pasado fue un monólogo hueco sobre el verdadero estado de la nación. Si un tardío Yitzhak Rabin, en cuyo honor fueron las palabras de Grossman, hubiera sido capaz de oír sus palabras, las habría encontrado ofensivas.
Rabin, a quien conocí bien y a quien ayudé como amigo y periodista durante más de 30 años, habría resoplado con desprecio por la reprimenda de Grossman y la habría definido como "tonterías" "o mamarrachadas", con su propio estilo inimitable del Palmah.
Mientras Grossman puede haber tenido razón en su definición del mando actual de Israel como "hueco" o inexistente, su propio discurso merece la misma descripción.
Después de todo, Rabin intentó todos los métodos y fórmulas de paz con los palestinos, los sirios y el resto como Grossman propuso en su discurso. Pero a pesar de ello Rabin falló, incluso hasta inmediatamente antes de que fuera asesinado. Como Grossman recomienda, Rabin habló a los palestinos, "a sus cabezas", a su líder Yasser Arafat, al cual estrecho la mano y le trajo a las puertas de Jerusalén - sólo para recibir a cambio los primeros atentados suicidas -.
En cuanto a las negociaciones con Siria, - con el padre del dictador actual - hasta despertar la alarma y la preocupación, Rabin trató de caminar por el filo: después de todo, confesó discretamente que sólo se decidió a caer en las manos de Arafat cuando Hafez Assad le informó vía el ministro de exteriores estadounidense, Warren Christopher, en el verano 1993, que a cambio de una retirada de los Altos del Golán a las líneas de armisticio de 1967, Siria haría la paz - pero sin fases, sin pruebas, ni controles del proceso. Assad reiteró esto mismo en la Cumbre de Ginebra con los Estados Unidos en enero de 1994 y una vez más en Ginebra en 2000, durante la estancia de Ehud Barak como primer ministro.
Rabin, a diferencia del arrogante escritor izquierdista, sabía admitir sus errores. Rabin admitió que se equivocó cuando, como ministro de defensa en la primer intifada, ordenó que los soldados del IDF "rompieran las armas y las piernas de los palestinos que se amotinarán." Cuando Rabin se encontró en secreto con su amigo personal y enemigo político, Ariel Sharon, después de compartir el Premio Nobel de Paz con Arafat, se confesó culpable ante Sharon: "fue un error devolver Jericó; deberíamos haber abandonado a Arafat en Gaza." Correctamente, Rabin atribuyó la responsabilidad de aquel error a Shimon Peres.
¿Qué más nos propuso David Grossman en Tel-Aviv? ¡"Paz sin condiciones!" gritó con patetismo. Durante años, Grossman ha hecho una carrera muy agradable en el extranjero condenando "la ocupación" de 1967. La llamó "un viento amarillo," y sus condenas de los gobiernos de Israel sirvieron, sin intención suya, en un arma en las manos de los enemigos de Israel y de los judíos.
Mientras tanto, y a consecuencia "de la ocupación" de 1967, Israel hizo "la paz con condiciones" y con honor - aquella de Menachem Begin con Egipto y de Yitzhak Rabin con Jordania -. Por eso aquellos acuerdos de paz se han demostrado acertados durante tanto tiempo.
Lo que Grossman propone es una paz vergonzosa, en la cual los enemigos de Israel dictarían los términos de rendición del estado judío. Recordamos antiguos y similares acuerdos de paz, por ejemplo el acuerdo de Munich, en el cual se obligó a que Checoslovaquia aceptara los términos de su rendición y de su destrucción. Algunos escritores en la Europa de entonces, en Inglaterra y en Francia, escritores muy superiores a Grossman, apoyaron con entusiasmo aquella "paz sin condiciones" que por último condujo a la más terrible de las guerras a iniciativa de los nazis. "El proceso de paz de Grossman" significaría una capitulación al fascismo islámico de Gaza y Teherán.
Dalia Rabin por lo visto no conocía a su padre bastante bien cuando definió la reunión como "un acontecimiento político." Rabin, en su papel público, se comportó del modo esperado de un verdadero estadista. Como oficial, decidió permanecer en las Fuerzas de Defensa de Israel cuando David Ben-Gurion decidió disolver el Palmah.
Como Jefe de Estado Mayor durante la victoria de 1967, Rabin se comportó como uno esperaría de un representante del consenso público. Cuando estrechó la mano de Arafat, a pesar de las críticas, no actuó como un lunático izquierdista y pacifista, y por ello tuvo éxito en la conservación del apoyo de la mayoría democrática del país.
¿Qué hicieron Dalia Rabin, Grossman y compañía el sábado por la noche? Traspasaron la herencia de Rabin al izquierdismo radical. Exactamente lo contrario de lo que Rabin hizo cuando el Palmah fue disuelto y continuó como un prometedor oficial del ejército.
Por eso no hay ningún peligro de que la minoría que aplaudió a Grossman en Kikar Rabin fuerce al resto del país a comprar las falsas ilusiones del escritor. Grossman no captó la idea. Pero, seguramente, entendería la siguiente historia italiana, porque después de todo, Grossman disfruta de un éxito considerable dentro del izquierdismo italiano:
"Un mariscal italiano, se decía en Roma, trató de salvar la situación durante la Segunda Guerra Mundial asaltando una fortaleza británica. ¡"Avanti popoli!" gritó el oficial italiano con toda su fuerza. Pero nadie se movió. ¡Sólo el Moishele de turno respondió con entusiasmo - "Qué voz tan hermosa. ¡Estamos salvados!."
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