Hace diez años, durante el 50 aniversario de Israel, el proceso de paz iniciado por los acuerdos revolucionarios de Oslo, concluidos entre Israel y
Desgraciadamente, los diez últimos años han estado marcados por un severo fracaso en numerosos ámbitos. Si los individuos y los pueblos son capaces de resistir las pruebas cuando tienen el sentimiento de que el porvenir será mejor y los conflictos finalmente resueltos, una inesperada regresión puede llevarles a la desesperación, la que nosotros experimentamos hoy. ¿Cómo es posible que conflictos más complejos que el conflicto israelí-árabe, como el apartheid en Africa del Sur, la partición de Alemania, o el derrumbamiento de
Una de las razones es que este conflicto es único en la historia de la humanidad. No hay otro ejemplo de una nación que haya regresado tras 2.000 años de ausencia a un territorio que no ha cesado jamás de considerar su patria. Así pues, nada de sorprendente el que los árabes, sobre todo los palestinos, continúen siendo incapaces de comprender, ni siquiera de forma existencial o moral, lo que les ha sucedido.
El retorno de los judíos a Israel no ha sido fruto del colonialismo, contrariamente a lo que pensaban los árabes. No solamente los judíos no tenían una “madre patria”, sino que en Europa tenían un estatuto de nación extranjera, lo que les provocará expulsiones y eliminaciones. Los judíos no vinieron para explotar los recursos de Palestina, ni para someter a sus residentes a fin de transferir los beneficios económicos obtenidos a otros lugares.
Tampoco vinieron, como los colonos americanos o australianos, para construir una nueva identidad y asimilar a los autóctonos. El sionismo tenía como fin renovar y profundizar una identidad antigua. Desde el principio, la intención no fue de ningún modo perjudicar la identidad de los árabes de origen, o mezclarla con la identidad judía tradicional. Como los árabes no disponían de un modelo histórico del cual aprender como identificar ese fenómeno que les había sobrepasado, trataron de interpretar el sionismo como una forma de colonialismo, y pensaron que el combate de otras naciones contra el colonialismo les daría un modelo de resistencia. Por eso, la legitimidad del derecho a la existencia de Israel permanece una cuestión abierta. Jamás nunca antes la cuestión de la legitimidad había sido tan fundamental en un conflicto entre naciones.
Aunque el reconocimiento de la nacionalidad israelí sea cada vez más extendida, incluso entre las naciones del Oriente Medio, permanece bloqueada por dos nociones, peligrosa y estrechamente ligadas. La primera es la tendencia creciente, en el Oriente Medio y en otras zonas, de pasar del rechazo de la legitimidad de Israel al rechazo de la legitimidad del sionismo. La segunda tendencia, igualmente creciente entre los palestinos, en otros árabes y en numerosos europeos, es preferir une estado israelí-palestino binacional a la solución original de dos estados. El portavoz de Hamas no habla de “israelíes” sino de sionistas imitando al presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad. Se pueden también escuchar discusiones sobre una “desionización” de Israel en las universidades del mundo entero e incluso entre los judíos de izquierda. En el propio Israel también existe gente – ciertamente poco numerosa – que se califica a si misma como “postsionista” o “no-sionista”.
Sin embargo, la única expresión práctica del sionismo hoy en día es
El concepto de un estado israelo-palestino binacional encarna la peligrosa ilusión de que dos pueblos totalmente diferentes en términos de lengua, religión, cultura e historia, divididos por una profunda fosa económica y unidos a sus respectivos mundos y marcos exteriores – los palestinos al mundo árabe y los israelíes al resto de la comunidad judía mundial – puedan estar asociados en el marco de un solo estado. Se trata además, de dos pueblos que han estado involucrados de una manera intensa en un conflicto insoluble y sangriento durante el último siglo.
Los palestinos como los israelíes, en tanto que naciones distintas, se merecen su propio estado. Es necesaria una nítida frontera entre los dos. En Israel, una minoría árabe-palestina tiene la plena ciudadanía israelí, incluso si aún queda mucho por hacer para asegurarles una plena igualdad social y económica. Es también posible que pudiera existir, ya en el estado palestino, una pequeña minoría judía, formada por aquellos colonos de Cisjordania cuyo apego a la tierra bíblica es tan intenso que incluso aceptarían vivir bajo control palestino – siempre que los palestinos les acuerden la plena ciudadanía palestina.
En el curso de los primeros años del sionismo, el gran erudito judío Gershom Scholem, nacido en Berlin, declaraba que los judíos se embarcaban por medio de ese difícil viaje de regreso en un retorno a la historia. En otros términos, los judíos, que en la diáspora hacían recaer su identidad sobre una memoria mitológica y en el tiempo, regresaban en el presente a sus elementos específicos: un territorio definido por unas fronteras y una comprensión cronológica detallada de su propia historia.
Sesenta años más tarde, el conflicto israelí-árabe nos recuerda que el viaje de retorno a la historia de los judíos no ha terminado aún.
domingo, 25 de mayo de 2008
La existencia de Israel sobre su tierra siempre contestada por los palestinos
por A.B. Yehoshua
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