«Si hay algo que comparten todas las civilizaciones europeas es el antisemitismo»
NADIE QUE HAYA ESCRITO EN LENGUA HEBREA HA ALCANZADO SU FAMA. ES EL AUTOR ISRAELI MAS INTERNACIONAL, Y HA SIDO GALARDONADO ESTA SEMANA CON EL PREMIO PRINCIPE DE ASTURIAS DE LAS LETRAS. DE CAMINO HACIA BRASIL, HA HECHO UN HUECO PARA RECIBIR A EL MUNDO EN LONDRES
EDUARDO SUAREZ
PROFESION: Escritor / EDAD: 68 años / FORMACION: Autodidacta / LUGAR DE NACIMIENTO: Jerusalén / CREDO: Agnóstico / AFICIONES: La música, sobre todo, y también el cine y la buena lectura / SUEÑO: Que israelíes y palestinos sean capaces al fin de vivir en paz
Amos Oz fue camarero. Tal vez por ello nos atiende con la sonrisa solícita de quien ha trabajado detrás de una barra. Un apretón de manos cálido y una mirada abisal, en la que aún se adivina el sufrimiento del niño por la madre muerta.
De paso hacia un festival en Brasil, Oz pasa unas horas en casa de su agente, en el barrio londinense de Limehouse, al pie de un recodo del Támesis, a la sombra de los gigantes de acero de Canary Wharf. «Siempre que vengo, me quedo aquí. Era una zona con una fama horrible. Hace años los taxistas se negaban a traerme. Esta casa debía de ser un prostíbulo o algo parecido», dice entre risas.
De espaldas al tímido oleaje del río, el flamante Príncipe de Asturias de las Letras habla de su niñez, de sus libros, de su kibutz y de los palestinos.
PREGUNTA.- Usted nació en Jerusalén. No es una ciudad como las demás...
RESPUESTA.- Jerusalén es como un imán. Como un objeto de atracción para fanáticos, lunáticos de toda fe, color o ideología. Yo siempre digo que hay una enfermedad psiquiátrica llamada el síndrome de Jerusalén. Gente que nunca ha estado allí, sube al templo y empieza a predicar al mundo (risas).
P.- ¿Cómo era
R.- Estaba dividida en muchos barrios y cada uno era como un planeta distinto.
P.- ¿Y cómo era el suyo?
R.- El mío era uno de judíos pobres que habían emigrado de Europa. Taquilleros de los cines, maestros de escuela... Era un lugar lleno de política y de ideología. Mis padres y yo discutíamos día y noche. Todo el mundo discutía sobre cualquier cosa. Teníamos un dentista que presumía de conocer a Stalin en persona y decía que mantenía una correspondencia personal con él... En un ambiente así, cualquiera podía ser un mesías. Yo antes de los 12 años era así. Creía que nosotros éramos los buenos y los otros eran los malos.
P.- ¿Y por qué dejó de pensar así?
R.- Bueno, aquello terminó cuando mi madre se suicidó. Yo tenía 12 años y me volví muy escéptico hacia el mundo de mi padre. Dejé de creer en los signos de exclamación y me convertí en una persona escéptica.
P.- Y un poco más humana...
R.- Sí, claro. Me convertí en una persona capaz de reírse de sí misma, esa habilidad es la gran vacuna contra el fanatismo. Si pudiera comprimir el sentido del humor en cápsulas, convencería a toda la población para que tragara mis cápsulas del humor, para así hacerles inmunes al fanatismo. Sería un buen candidato al Nobel, pero no de Literatura sino de Medicina.
P.- ¿Cómo era su padre?
R.- Era académico. Y un políglota. Podía leer y escribir en 16 o 17 lenguas. Y hablaba 11, todas ellas con un fuerte acento ruso. Era un profundo amante de Europa. Y eso a pesar de que su amor no era correspondido. Él fue expulsado violentamente de Europa en los años 30, como el resto de mi familia. Yo he dicho en muchas ocasiones que, antes de
P.- Sus padres no le dejaban aprender lenguas europeas...
R.- Tenían miedo de que si aprendía a hablar en una de ellas, escucharía la llamada de Europa, me iría a vivir allí y me matarían. Corrían los años 40, no lo olvide. Así que las primeras palabras que aprendí a pronunciar en inglés fueron: British go home [británicos, iros a casa], que es lo que gritábamos en Jerusalén cuando desfilaban patrullas inglesas.
P.- Usted ha dicho alguna vez que su madre habría sido una escritora mucho mejor que usted.
R.- Por supuesto. Ella me contaba para dormirme unas historias que hoy, casi 50 años después, recuerdo todavía muy profundamente. Historias oscuras, no las típicas que se le cuentan a un niño. No cuentos de duendes y hadas, sino historias oscuras, casi góticas. Y eso estimuló mi imaginación y mi lenguaje, porque el de ella era muy rico.
P.- ¿Qué hay de su relación con Dios? Su abuelo dice en uno de sus libros: «Dios nos odia». ¿Por qué?
R.- Sucedió así. Mi abuelo lo decía: «Dios nos odia; es un enemigo. Dios es antisemita». Puedo entender esas palabras porque él vivió todos los horrores del siglo XX, pero por lo que yo sé, Dios no tiene nada que ver con la religión. Dios es irreligioso. No creo que Dios esté interesado en la religión. En cuanto a si existe o no, no lo sé.
P.- Pero mucha gente culpa hoy a Dios del fanatismo.
R.- Creo que nuestro verdadero problema no es la religión, sino el fanatismo. Y uno y otro no son lo mismo. No todos los creyentes son unos fanáticos, igual que no todos los fanáticos son creyentes. Hay fanáticos del laicismo y fanáticos de la ética, y nuestro gran problema en el siglo XXI es la gran variedad de fanatismo. No sólo el religioso.
P.- Usted vivió durante más de 30 años en un kibutz. ¿Qué es lo que hace que la vida sea tan especial allí?
R.- Tiene usted que imaginar una aldea pequeñita, quizá 120 familias, donde no existe el dinero. Cada cosa que produces pertenece a la comunidad. Pero, al mismo tiempo, cada cosa que necesitas la obtienes de ella. Y todo está decidido democráticamente. Durante todos los años que viví en el kibutz solía trabajar a tiempo parcial como camarero. Ése era mi oficio diario. E incluso cuando me convertí en un autor reconocido internacionalmente tenía que trabajar en el bar del kibutz dos días a la semana y tenía que ser el más rápido. Y lo era. Era muy bueno. Hacía comidas y cenas. Y los demás días recogía algodón o conducía un tractor o recolectaba manzanas o cualquier otro trabajo en el campo.
P.- Supongo que eso le habrá influido de algún modo en sus libros.
R.- Desde luego. Aquello es como una gran familia. Lo que no quiere decir que sea siempre el paraíso. Como escritor, me dio la oportunidad de conocer muy bien la vida de 120 familias. Es mucho más de lo que podría haber conocido en otro sitio sobre la naturaleza humana. En un kibutz todo es público. Es una sociedad sin secretos.
P.- ¿Qué piensa de la actitud de los europeos hacia los palestinos?
R.- Hay ciertos intelectuales europeos que creen que los países pobres tienen derecho a una especie de compensación moral. Yo no estoy de acuerdo. Los países pobres tienen derecho a obtener justicia, no a concesiones morales. Por eso pensar que hay dos tipos de ética, una que vale para los países ricos y otra -menos estricta- que rige para los países pobres, africanos, musulmanes..., es inadmisible, casi racista. Yo creo que nadie debería tener una disculpa moral.
P.- Algunos líderes palestinos llegaron a acercarse a los nazis.
R.- La verdad es que he descubierto que muchos europeos no saben nada sobre eso. Algunos líderes árabes pidieron a Hitler que extendiera la solución final a Palestina. Es algo que tampoco saben muchos árabes.
P.- Esto nos lleva al asunto de la resurrección del antisemitismo en Europa, especialmente entre ciertos intelectuales. ¿A qué lo achaca?
R.- No lo sé. Quizá a que han pasado muchos años desde las atrocidades nazis y el mundo olvida. En los 50, 60 y 70 la gente tenía un recuerdo muy vivo de Hitler. Ésta es otra generación y las personas olvidan. De todas formas, el antisemitismo es casi un sentimiento indígena en Europa. Si hay algo que comparten todas las civilizaciones europeas es el antisemitismo. En parte tiene que ver con algunos de los principales dogmas cristianos. No a los ojos del Papa, desde luego, pero, a los ojos de muchos cristianos, los judíos eran los asesinos de Cristo.
P.- Pero el antisemitismo no viene sólo de los cristianos. También de la izquierda europea. A veces se lee o se oye que Israel hace con los palestinos lo mismo que Hitler con los judíos...
R.- Es una exageración hecha de tres puntos. El primero, el sentimiento ciego de apoyo al Tercer Mundo: lo haga bien o lo haga mal, el Tercer Mundo tiene razón. El segundo, el antiamericanismo: si Estados Unidos es el Gran Satán, Israel es el hijo del diablo porque está apoyado y financiado por él. Y el tercero, una cierta superstición sobre una conspiración judía internacional del tipo: «Israel es sólo la punta del iceberg». Estas tres premisas se han infiltrado en gran parte de la izquierda europea y han hecho que la extrema izquierda europea, cuando habla de Israel y de los judíos, sea tan similar a la extrema derecha.
P.- Usted habla de aplicar al problema palestino la lógica del hospital y no la de la disputa. ¿A qué se refiere?
R.- Se trata de ayudar a arreglar la situación en vez de seguir discutiendo quién tiene la culpa. Lo de enfrentarse a un conflicto internacional, firmar manifiestos, manifestarse, gritar contra los malos y dar apoyo a los buenos, y luego irse a dormir con la conciencia tranquila es la clásica actitud europea desde Jean-Paul Sartre, quizá desde Émile Zola.
P.- Como en los western.
R.- Exacto. Pero en el conflicto entre israelíes y palestinos no hay buenos ni malos. La discusión sobre cuál de los dos bandos tiene la culpa es inútil. Lo que nosotros necesitamos ahora es resolver el problema y dejar la discusión sobre las responsabilidades a las generaciones venideras. Los historiadores y los intelectuales podrán hacer en el futuro decenas de simposios y seguramente no se pondrán de acuerdo. Pero ahora lo que nos toca es el hospital. Es como cuando hay gente sangrando en la carretera. Lo primero que le preocupa a uno no es saber cuál de los dos conductores tuvo la culpa, sino parar el derramamiento de sangre, estar cerca de los heridos, iniciar la curación. Cuando hablo con intelectuales palestinos laicos, siempre nos comunicamos como si fuéramos médicos: nunca hablamos de cuestiones históricas. Es la única actitud posible. Las demás no ayudan.
P.- Y, bajo su mirada de médico, ¿cuál es el diagnóstico de lo que está pasando?
R.- Bueno, es algo terrible ver cómo los palestinos se matan entre ellos en Gaza. Una tragedia terrible. Los palestinos han sufrido tanto y han tenido que tolerar tantas cosas... Hay muy poco que los israelíes puedan hacer en este tipo de luchas palestinas. Muy poco. Deberíamos mantenernos alejados de ellas. Basta con que sigamos suministrando comida, agua y electricidad a Gaza.
P.- Pero Israel cortó las ayudas hasta que Hamas renunciara al terrorismo. ¿Qué es mejor para reducir a los fanáticos? ¿El palo o la zanahoria?
R.- Creo que Israel debería seguir dando a Gaza ayuda humanitaria a pesar del control de Hamas. Si no, habrá una crisis humanitaria y será peor para Israel. Por eso, no sólo por razones altruistas, sino por egoísmo puro, Israel debería seguir dando ayuda a Gaza. Gratis. Sin exigir nada a cambio. Ésta es una situación única en
P.- Pero el problema no se arregla sólo a base de ayuda humanitaria.
R.- No. Al mismo tiempo deberíamos negociar con Al Fatah. Ellos son un partido pragmático, con el que habría que llegar a un acuerdo sobre Cisjordania.
P.- Pero si el acuerdo lo negocian los moderados de los dos bandos, ¿no se corre el peligro de que los radicales de uno y otro lado sigan en guerra?
R.- Eso es cierto. Pero no hay que olvidar que si hay un acuerdo entre los moderados de uno y otro bando, acabará habiendo muchos más moderados. Habrá esperanza y ésta es el otro gran antídoto contra el fanatismo. El fanatismo se alimenta de la desesperanza.
P.- ¿Cree que el nombramiento de Tony Blair como enviado especial del Cuarteto va a cambiar algo en Oriente Próximo?
R.- Oh, por supuesto. ¡Lo arreglará todo en una sola noche! ¡Es un tipo muy rápido! (risas). En serio, él es un hombre con muchas energías y muy ambicioso. Dejemos que lo intente. ¿Por qué no? No puede hacer ningún daño. Es bienvenido a bordo.
P.- ¿Pero cree que los palestinos le escucharán? Blair es una figura muy marcada por
R.- No estoy seguro. No puedo hablar por los palestinos. Habrá que esperar.
P.- ¿Cree que esta crisis de liderazgo tiene algo que ver con la edad? Quizá los ciudadanos más jóvenes de Israel tienen más posibilidades de hacer la paz con los palestinos.
R.- Ojala. No puedo garantizarle nada. No es fácil ser un profeta en la tierra de los profetas.
P.- ¿Cómo ve a la izquierda israelí?
R.- La izquierda es muy débil. En parte por razones meramente internas. En los últimos años han llegado muchos inmigrantes de la antigua Unión Soviética, casi un millón. A toda esa gente la palabra izquierda le provoca alergia. Por eso los laboristas han perdido apoyos. Pero espero que algún día regresen al poder. Creo que algún día lo harán.
- ¿Qué piensa de la política israelí hoy? ¿No cree que la desaparición de Sharon ha dejado un cierto vacío?
- Tenemos una crisis seria de liderazgo. Ahora no veo a nadie que tenga las cualidades para ser un gran líder. Pero el que yo no la vea no significa que esa persona no exista. A veces, políticos de los que no se espera casi nada hacen grandes cosas. Nadie esperaba de De Gaulle que entregara Argelia ni que Churchill desmantelara el Imperio británico. Nadie esperaba que Anuar el Sadat viniera a Jerusalén e hiciera la paz con los israelíes. Nadie que Gorbachov acabara con
«Si hubiera podido ser músico, tal vez no habría escrito libros»
Usted quería ser músico.
- Pues sí. Si hubiera podido ser músico, tal vez no habría escrito libros.
¿Qué tipo de músico?
- Un compositor. Pero no sé tocar ningún instrumento. Ni siquiera puedo cantar. Cuando lo intento, lo hago siempre fuera de tono. Así que puede llamarme un músico profundamente frustrado. Mi único instrumento musical es la palabra. E intento siempre escribir musicalmente. Cuando me pongo a escribir, siempre pienso en la musicalidad de las frases. Ésa es la razón por la que siempre escribo en voz alta. Tengo que trabajar siempre en una habitación yo solo. A veces la gente en los hoteles cree que me he vuelto loco porque hablo en voz alta. En casa tengo un cuarto en el sótano que conocemos como el gulag. Así que voy allí y hago ruidos extraños. Ésa es mi manera de trabajar.
¿Qué música le gusta?
- De todo un poco. Puede ser jazz por la mañana y música barroca por la noche. Música popular, canciones, depende.
¿Y cuál es el último disco que ha comprado?
- Una nueva interpretación de algunos lieder de Schubert. Me encanta Schubert.
Otros judíos como Arthur Miller, Bob Dylan o Woody Allen han recibido también el Príncipe de Asturias. ¿Cree que existe una especie de cultura judía?
- No. La había en el siglo XIX. Hay cierta sensibilidad judía que yo puedo identificar. No puedo decir cuál es, pero cuando la veo la reconozco. Me refiero por ejemplo a reírse de uno mismo. Eso es muy propio de los judíos. Los escritores pertenecen a su lengua.
¿Cómo le han influido los escritores españoles?
- Son escritores muy vivos, sus libros están llenos de energía. Nada que ver con los de otros países. Eso es lo que me gusta de ellos. Pero no voy a citar a ninguno porque olvidaría a alguien.
Pero sí sé que le gusta Borges.
- Oh, claro. Él es el padre de todos ellos. Quizá mi cuento preferido es ése en el que un ciego ayuda a cruzar la calle a otro ciego que no sabe que quien le ayuda tampoco puede ver. Inolvidable. Y muy revelador sobre la condición humana.
Mario Vargas Llosa dice que usted es una persona demasiado comprometida para la sociedad actual.
- La sociedad nunca tiene unos principios fuertes. Son los individuos los que los tienen. Los principios son una inspiración parcial para las sociedades, pero siempre vienen de los individuos.
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