De modo que, ¿cuáles son los valores por los que luchamos? Mis amigos musulmanes me dicen que del Corán podemos extraer una serie de derechos. Por lo que yo entiendo, el Corán nos garantiza, entre otras cosas, el derecho a la vida, el derecho al respeto y a la equidad, el derecho a la justicia, el derecho a la libertad, el derecho a adquirir conocimiento, el derecho a las necesidades básicas, el derecho a la intimidad.
Pero el problema es que la percepción pública de la fe islámica ha sido secuestrada con demasiada frecuencia por quienes toman esta religión pacífica y compasiva y la tuercen y distorsionan para apoyar sus fines violentos. Aclaremos una cosa: no hay democracia ni imparcialidad en los valores de los terroristas, no hay principios de igualdad, justicia u oportunidad para todos, y no hay visión de una sociedad pacífica con los no musulmanes. Bin Laden y sus seguidores representan la antítesis de lo que las personas decentes se esfuerzan por proteger: los derechos de los pobres, los derechos de las mujeres y el derecho a la justicia.
No creo que estos terroristas puedan ser musulmanes en el verdadero sentido de la palabra. Son militantes que intentan alcanzar sus objetivos por la fuerza del terror y la violencia. Envuelven su lenguaje en la retórica de las enseñanzas islámicas, pero su comportamiento contradice los mismísimos principios de la fe islámica. Creen que Occidente encarna el mal y que todos los valores modernos corrompen a los musulmanes cuando, de hecho, son ellos los perversos y crueles y los que están corrompiendo la mente de los jóvenes musulmanes. Son ellos los que intentan destruir la paz y el entendimiento entre los distintos grupos étnicos y confesiones de este mundo.
Y de eso trata la lucha contra el terrorismo. Es un conflicto de valores y no de religiones. Es un conflicto entre los valores islámicos y los valores arcaicos e intolerantes. Es una lucha contra el extremismo, la intolerancia y el terror. Y, a pesar de las afirmaciones de que su guerra es una yihad (guerra santa) contra los infieles, la mayoría de las víctimas de Al Qaida son musulmanas. Sus ataques han masacrado a musulmanes inocentes en Indonesia, Turquía, Egipto, Jordania y Argelia. Y, por supuesto, los musulmanes asesinados en Londres el año pasado.
Los terroristas están librando una guerra violenta e indiscriminada y no podemos limitarnos a esperar a que ataquen para después reaccionar. Todos debemos permanecer atentos y ayudar a evitar cualquier tragedia futura. Y por eso todos debemos mantenernos alerta y tener el valor de decir lo que pensamos.
Estos terroristas están empeñados en destruir nuestra solidaridad y en crear divisiones donde no tiene por qué haberlas. Por lo tanto, las personas decentes tienen que mostrarse igual de decididas y ser igual de listas. Tenemos que demostrarles que somos una sociedad integrada y unida. No debemos permitirles que nos dividan. Estos terroristas están dispuestos a aprovecharse de nuestros jóvenes, a privarnos de nuestros derechos y a restringir nuestras libertades. Y no se equivoquen: no tendrían clemencia. Sustituirían el derecho a la vida por el derecho a la vida sólo para su tipo de musulmanes; sustituirían el derecho a la igualdad por los derechos sólo para los hombres; sustituirían el derecho a la justicia por interpretaciones extremistas de las leyes hudud; harían retroceder el reloj de la historia, y depondrían a gobiernos legítimos y democráticos. Y no pararían de asesinar a musulmanes y no musulmanes. Desde su perspectiva no existe el acuerdo, y su mente no prevé la paz entre musulmanes y no musulmanes.
Se acabaron los días de enterrar la cabeza en la arena. Los extremistas se presentan con sus pensamientos llenos de odio, empiezan por proscribir a las mujeres e intimidar a la mayoría musulmana y luego lavan el cerebro a los jóvenes. Abusan de su versión pervertida del islam y nos convertirían a todos en víctimas.
Tenemos mucho trabajo por hacer para combatir la amenaza del terrorismo. Pero una cosa es cierta: no podemos hacerlo solos. La amenaza del terrorismo es una amenaza común para todos. Las bombas asesinas no discriminan entre viejos y jóvenes, soldados y civiles, hombres y mujeres, musulmanes, cristianos, judíos o aquéllos sin confesión religiosa. Sólo podremos plantar cara y finalmente derrotar al enemigo común que nos amenaza a todos mediante el esfuerzo de todos los que perseguimos un propósito común.
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