Ya sé que hace mucho que no subo nada nuevo, ni robado, ni traducido, ni propio. Pero he estado demasiado ocupado ocupándome de mi mismo y de la gente que me rodea. El otro día alguien me recordó, “tienes un blog y no parece que pierdas mucho tiempo en él.” También me recordó el tiempo que me pasé el verano pasado defendiendo a Israel a capa y espada…
Y ahora, un año más tarde no puedo creer que fuera yo la persona que subió ochenta artículos en un mes. La cantidad de información que leí, la que traduje, cuánto stress, cuánta pena, cuánto dolor, cuánta rabia… fue extraño aquel mes de agosto de 2006.
Recuerdo el dolor de tener que comenzar aquel “Eretz Israel” con las imágenes de la destrucción, yo que había anhelado llenar ese lugar de belleza, me vi subiendo imágenes de hombres jóvenes muertos, destrozados por un ataque con katyushas. Y lo hice porque aquí nadie creía que los judíos lloraran, que los israelíes lloraran, que los soldados lloraran… y yo, que no soy un soldado, también lloré.
Mi aliento para escribir siempre ha sido una persona, incluso antes de conocerla, la vida es así de extraña y mágica. Esa persona fue la que me hizo comprender, por fin, que significa poseer un alma judía, una esencia judía. Comprendí la bendición que suponía y también la maldición, pero eso fue después.
Recuerdo ahora a aquel maestro, con el que no suelo hablar demasiado, y que un día, en un susurro, en una de sus pocas clases me explicó con una sonrisa en los labios: “Bruja, ¿sabes de dónde viene?” tuve que admitir que no lo sabía. Y él con una sonrisa aún más abierta me respondió. “Quiere decir bendecida, viene del verbo Baraj, bendecir.” Debo admitir que aquella confesión me dejó confuso. ¿Puede ser una maldición una bendición? ¿Será ese el resultado de la marca de Caín?
He leído unos cuantos libros o fragmentos en este año. Últimamente no soy muy ordenado leyendo, a veces me pongo a leer un libro saltando de hoja en hoja, hacia delante, hacia atrás, sin orden ni concierto, señalando en un pequeño cuaderno aquello de relevancia que me llama la atención, si soy capaz de recordar hacerlo. En uno de ellos leí algo que me llenó de estupor, hace algo más de cien años alguien dijo que una de las formas de reconocer a los judíos, era la marca de Caín que todos poseemos en la frente. Seguro que lo dijo más de uno, y que fue repetido hasta la saciedad, pero sinceramente no anoté quien dijo semejante curiosidad o barbaridad, o simplemente tontería supina. Si lo de la marca de Caín hubiera sido tan clara, ¿qué necesidad habrían tenido los diferentes gobernantes de buscar las formas más extravagantes de “distinguir a sus judíos” del resto de sus propiedades?
Pero estoy divagando, sólo quería volver a subir algo… algo especial, como cuando uno va a una boda. Algo viejo, algo nuevo, algo prestado (o robado) y algo azul… bueno, traducido, ya que todo el blog es azul... Y decirle a la fuente de mi inspiración, “sigue dándome luz, sigue mostrándome tu esencia, porque este humilde ser humano no puede vivir sin ella”.
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