La reacción de los camaradas, esos homos soviéticus a lo Putin, no se hizo esperar: enviaron a un Equipo de Operaciones Especiales, activaron su red local de espionaje y capturaron a cinco individuos muy queridos para este jeque. En un par de horas el jeque recibió un paquete con la cabeza y los genitales de uno de sus amigos, junto con un mensaje que le aseguraba que de no aparecer en seis horas los cinco técnicos soviéticos, indemnes, en la puerta de su embajada, procederían a enviarle una de las cabezas de sus amigos cada hora. Y cuando se quedasen sin existencias de cabezas y genitales, todos los campos de entrenamiento palestinos en Siria y Líbano serían arrasados hasta los cimientos.
Por la mañana todos los soviéticos secuestrados aparecieron en la embajada de la URSS con disculpas de parte del jeque.
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