El ataque de Hezbollah, preparado meticulosamente, no era novedoso, se parecía mucho al utilizado seis años antes, cuando intentaron secuestrar a una patrulla israelí utilizando uniformes y vehículos de la UNIFIL. Aunque esta vez no tenían la valiosa colaboración de una patrulla de la UNIFIL que se dejó comprar a cambio de unos miles de dólares. Se calculó todo, el cebo, la entrada, la salida, la captura, la persecución por parte del ejército israelí… todo menos la respuesta de Israel.
El plan era sencillo. Un grupo de Hezbollah lanzó katyusha contra Kiriat Shmona, una pequeña ciudad israelí, y esperó que una patrulla se acercara a investigar que estaba pasando. Pero les faltó paciencia y en vez de esperar que la patrulla cometiera la imprudencia de saltarse la frontera, fue el comando de Hezbollah el que entró en territorio israelí, eso unido al ataque contra Kiriat Shmona daba a Israel un “casus belli”, la ocasión propicia para acabar con el arsenal que se sabía desde hacía tiempo que estaba llegando ingentemente a manos de Hezbollah a través de Siria e Irán. Además Hezbollah tuvo la desfachatez de elegir a un ministro del gobierno libanés para reivindicar el ataque contra Israel, el asesinato de los ocho soldados y el secuestro de Ehud Goldwasser y Eldad Reghev.
El gobierno de Israel dio la orden de atacar a Hezbollah hasta conseguir los dos objetivos de la operación: 1) Destruir los arsenales de Hezbollah. 2) Recuperar a Ehud y a Eldad.
Todos sabemos como acabó todo eso. Israel ganó la guerra sobre el terreno a pesar de las meteduras de pata bastante sangrantes del mando militar y político. Pero ni se recuperó a los dos soldados, y lo que es peor, se perdió la guerra cara a la galeria, la de los titulares de prensa. La censura coreografiada de Hezboullah resultó más interesante para esa prensa que se llama a sí misma “objetiva e imparcial” que la realidad que mostraba Israel en el Norte del país.
En algunos países (como en España) la realidad del norte de Israel, de casas agujereadas, medio millón de personas desplazadas hasta el sur o viviendo en refugios antiaéreos durante un mes entero no merecieron más que un par de minutos, un par de líneas o un par de fotos apresuradas.
Pero en el frente virtual aparecieron los blogs pro-israelíes que no estaban por la labor de permitir que la parcialidad de la prensa imperara en la red y destapó escándalos como las fotos retocadas de Reuters que hizo que en varios países empezaran a circular videos sobre el control de la prensa en el Líbano. En España, por supuesto, no.
Israel tenía el derecho internacional de su lado, la fuerza, la experiencia, pero tenía en contra a una panda de aficionados. No es que Israel no debiese haber entrado en la guerra, es que debería haberla ganado contundentemente en cinco días, sin haber caído en la trampa del ego de Peretz, pero sobre todo de Halutz y Olmert.
Halutz dimitió hace unos meses, aunque lastimosamente no dimitió antes, un año antes. Quizás (seguramente) nos hubiéramos ahorrado una sarta de errores que la comisión está sacando a la luz. Olmert llegó al poder de rebote, por la enfermedad que retiró prematuramente a Ariel Sharon, el viejo general no habría dejado que las cosas tomaran tal cariz. Años de experiencia lo avalan. Peretz tenía una cartera que le quedaba grande. No es militar y se notó. Y esas cosas no pueden, ni deben notarse.
De todos modos, no merece la pena lamentarse por los errores cometidos si no aprender de ellos y que los responsables paguen por ellos, como debe ser.
Israel no es una democracia al uso, ni un país al uso, no puede estar dirigido por ególatras, ni por aficionados. No vale llegar de carambola, hay que valer, y está claro que Olmert, Peretz y Halutz no sirven. Halutz y Peretz parece que se han dado cuenta, pero Olmert sigue aferrándose al cargo sin importarle el daño que le está haciendo al país.
2 comentarios:
Está claro; Olmert debería dimitir. Que inda non o fixera supón unha irresponsabilidade.
¡Bien dicho!
Un saludo afectuoso desde Buenos Aires.
Shalom!
Daniel
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