El barco era un trasatlántico americano llamado “Presidente Warfield” que atravesó el océano en una travesía llena de incidentes. El barco comprado por la Agencia Judía, con una tripulación que apenas sabía nadar, en su primera salida estuvo a punto de hundirse en el puerto. El barco escapó varias veces del acoso de los barcos británicos. Consiguió milagrosamente salir del puerto francés en el que recogieron a los más de cuatro mil refugiados que pensaban llevar ilegalmente a las playas de Eretz.
El barco fue interceptado ante las costas del mandato británico, pero la tripulación y sus pasajeros decidieron defenderse del abordaje de los marineros británicos. La orden desde Jerusalem fue clara, nada de armas, no querían poner en peligro la integridad física de los refugiados. Todos tenían claro cómo iba a acabar aquella batalla. Eran soldados armados contra civiles desarmados. Entre los civiles se encontraba un pastor protestante que había viajado desde Estados Unidos para colaborar con la Agencia Judía.
Según relataron los soldados británicos que tomaron parte en el abordaje del barco, los refugiados les recibieron lanzándoles las latas de comida. La resistencia no duró mucho. Hubo varios heridos y 3 muertos. Quitando a unos pocos miembros del Mossad Aliyah Bet (la organización clandestina judía que organizaba la entrada ilegal de los refugiados judíos), no se trababa más que de un grupo de hombres, mujeres y niños mal nutridos.
La noticia apareció en los periódicos de medio mundo. Y Londres intentó dar ejemplo, convertir el caso en una advertencia de lo que les iba a pasar a todos los refugiados que intentasen entrar ilegalmente en el Mandato Británico de Palestina. Decidió enviar al barco y a sus refugiados, no a Chipre, como era la costumbre, si no a Alemania, lo que en el subconsciente colectivo de la época significaba devolver a los supervivientes del Holocausto al Infierno del que habían conseguido salir.
El barco fue llevado hasta el puerto de Haifa donde los refugiados fueron obligados a desembarcar a la fuerza y embarcados en tres barcos y llevados hasta un puerto cercano a Marsella donde pretendían obligarles a desembarcar. Los refugiados se negaron a bajar y Francia se negó a colaborar con los británicos. Después de tres semanas, fueron llevados al puerto de Hamburgo, y de allí devueltos al campo de desplazados de Lübeck-Pöppendorf dentro de la zona de ocupación británica. Los hombres tuvieron que ser obligados a desembarcar.
Parte de los refugiados volvió a intentarlo meses más tarde y acabó en los campos de detención de Chipre. Los soldados británicos que acompañaron a los refugiados a Alemania no volvieron nunca a sus unidades.
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