Juliano Mer-Khamis además de actor y director, era un pacifista convencido. Palestino y judío. Su madre era judía, su padre un cristiano palestino. Era conocido internacionalmente por su trabajo en varias películas de Amos Gitai —Kippur, Kedma o Esther—, y su participación en “La chica del Tambor”.
Dentro de Israel no era sólo conocido por su trabajo como actor en cine y televisión, también lo era por su trabajo como documentalista, al realizar un documental “Arna’s children” sobre la labor de su madre, Arna Mer, que creó un grupo de teatro infantil en Jenin durante los 80.
En el documental Mer entrevistaba a aquellos niños que ya hombres acabaron envueltos de forma violenta en el conflicto. Varios murieron en enfrentamientos contra Israel, tres cometieron atentados y dos acabaron en prisión.
Quizás fue su idealismo lo que le llevó a intentarlo de nuevo y creó el “Freedom Theatre” junto a varios activistas israelíes y un antiguo —aunque lo de “antiguo” es ampliamente discutible, al igual que sus buenas intenciones— miembro de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, Zakaria Zubeidi. Zubeidi formó parte de “Arna’s House” el grupo de teatro creado por la madre de Juliano. Además gobernó Jenin con mano firme, fue responsable de varios ataques y atentados terroristas, tomó parte durante
Con los datos en la mano, el Teatro de
Con los datos en la mano, no puedo evitar ser pesimista, Juliano fue asesinado, pero antes fue amenazado varias veces de muerte. Muchos no le querían en Jenin. Muchos le consideraban un idealista que jugaba con fuego y acabaría quemándose. A mí, personalmente, me parece un hombre entre dos mundos que intentó hacer algo bueno y que acabó asesinado por la intolerancia, por política, porque molestaba.
El caso de Juliano no es único. Aunque B’H no todos tuvieron tan fatal desenlace. Podríamos recordar a los miembros palestinos del equipo de fútbol que jugó el partido por la paz en el Camp Nou junto a jugadores israelíes, a la directora de la banda de música que montó un concierto para supervivientes del Holocausto… Parece que ser pacifista, pero de los de verdad, se paga caro, o al menos, está muy mal visto.
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