Tamar Bar-Tzavan, la jueza de la discordia, ha reabierto (si es que algún día se cerró) un debate que, si bien es necesario, parece sumamente secundario si analizamos las preocupaciones reales (vitales más bien) de Israel. Sin embargo muchos titulares ha acaparado en los periódicos israelíes un tema que, demasiado a menudo, crea cierta inquietud en la ciudadanía plural de este país. ¿Acaso la ingestión de alimentos fermentados reduce la identidad judía? ¿debe el Estado decidir sobre qué o qué no como? No hay ninguna ley que delimite que el Yom Kipur es un día sagrado para Israel, ¿ por qué debe existir para la comida?. Aquí entraríamos ya en el gran conflicto de intereses entre una sociedad secular y el rabinato de Jerusalén que trata de preservar legalmente las limitaciones a las libertades de los ciudadanos, amparándose en la tradición religiosa. Quizas muchos ejemplares, exentos de servicio militar pero no de ego, deberían bajar a tierra y contemplar cuales son las preocupaciones reales de los judíos de hoy. Si bien admiten que más del 70 por ciento de los judíos se sienten desinteresados por romper esa tradición ¿a que vienen los temores?.
En fin que mientras la Knesset debate apasionadamente el "error" o "acierto" judicial los malvados pizzeros se frotan las manos. Por otro lado, mientras los políticos están con las manos en la masa, el número de israelíes que no tienen qué llevarse a la boca de cara a las fiestas del Pesaj se incrementa de forma significativa, según la ONG Pitchon Lev.
Maldita levadura....
por Tails.
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